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Jackie & JFK: El glamour de la falsa felicidad


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 John y Jackie mostraron al mundo una vida de cuento de hadas tan seductora como tramposa. No todo eran violines, sonrisas y diamantes

 

Los mil días que Jacqueline y John Fitzgerald Kennedy ocuparon la Casa Blanca, el pueblo estadounidense se sintió espectador de un maravilloso cuento de hadas. Guapos, ricos, vitalistas y con una vida moderna, la pareja presidencial más joven de la historia y sus dos encantadores hijos se convirtieron en lo más parecido a la aristocracia que nunca tuvieron los EEUU. Erigieron un Camelot, el reino imaginario del rey Arturo, ahora vestido de finas sedas, de arte y de cultura. Un sueño de belleza y de elegancia a juego con un estilo de gobernar pensado para los jóvenes y basado en la esperanza de un gran futuro. Pero todo ello era eso, un sueño.

Para Phillippe de Bausset, el corresponsal de Paris Match de la época, «la administración Kennedy era un inmenso espectáculo de relaciones públicas. Yo me preguntaba cómo reaccionaría la gente si supiera que Jacqueline, la mujer más deseable del mundo, no era capaz de satisfacer su marido «. Un marido demasiado centrado en su propio placer. Un Casanova de promiscua vida sexual. El orden, la exquisitez y la perfección exterior escondían el tumultuoso mundo interior en el que vivían. En el siglo de la imagen, ellos habían construido una de perfecta y nada podía destruirla. El funeral de Estado fue el golpe de gracia a toda aquella impostura, un momento clave en la construcción del mito, explica Katherine Pancol en el intenso retrato novelado de la primera dama, Una imagen tan bella (La Esfera de los Libros).

La viuda cuidó todos los detalles para que todos tuvieran claro que aquella era una tragedia planetaria: la colocación de las autoridades, los gestos entrañables de John John y Caroline, el velo que cubría su rostro … Jac-line (como le hubiera gustado que le llamaran, aunque los Kennedy se reían: «Rima con queen!») sabía muy bien lo que era una farsa. Sus padres, Jack Bouvier y Janet Lee, unieron los blasones del primero con la fortuna sin pedigrí de la segunda en un matrimonio de conveniencia que funcionaba muy bien sólo de puertas afuera. Cuando finalmente se divorciarán (por las constantes infidelidades de Jack), Jackie se sentirá abandonada por un padre que la trataba como una reina, y aprenderá a no volver a amar demasiado para no sufrir.

Gran seductor como era, Jack le enseñará cómo volver locos a los hombres mostrándose misteriosa y distante … enigmática. Y con estilo propio. De la madre recibirá una educación fría y convencional que la impulsará a rechazar trabajar seis meses en el Vogue de París por miedo a saltarse las reglas de la alta sociedad. Renuncia a su sueño, pero no a los retos. Y conquistar el soltero más deseado, John Fitzgerald Kennedy, lo era. En el fondo se parecían mucho. Como dice Pancol, se encontraron dos solitarios disfrazados de extrovertidos. El padre del político, Joe, era igual de crápula que el de Jackie, y la madre, Rose, controlaba su familia como un directivo una empresa, con disciplina y rigor. No había cuidado a John ni cuando estaba enfermo, lo que pasaba a menudo.
Y él se rebelaba siendo el más malo de la clase, rechazando el afecto de las mujeres y practicando sexo rápido.

 

A Jackie le atrae que sea imprevisible, encantador, cruel, inconstante, egoísta, deseado por todas … se siente como cuando era una niña, al lado del padre-héroe del cuento. A John, Jackie le parece ideal para casarse. Es católica, rica, inteligente y nada pegajosa. Su enlace (ella tiene 24 años y él 36) será un evento social de primer orden en la costa Este, pero el matrimonio no tendrá ni un minuto de intimidad romántica. JFK, infiel como siempre (la lista incluye Lana Turner, Susan Hayward, Joan Crawford, Marilyn …), la deja sola incluso cuando ha de tener sus hijos. A ella no le gusta la política (aunque la gente la quiere ver y es una buena baza electoral) y él no soporta pintar, leer y montar a caballo a su lado.

Jackie precinta su personalidad y decide ser perfecta. Decora y redecora las casas (incluyendo la Casa Blanca que heredará de mammie Eisenhower muy abandonada: «Parece un hotel decorado por una tienda de muebles al por mayor»), gasta muchísimo en su look personal, mantiene una conducta ejemplar y se concentra en sus queridos hijos. A partir de 1960, con 33 años, su meta será hacer de la presidencia Kennedy un periodo memorable. Elige Oleg Cassini para vestirla y convierte la Casa Blanca en el centro de glamurosas veladas. Él representa un nuevo estilo de político, cercano, relajado, sonriente … Son una pareja atractiva, aparentemente ideal.

Será después de viajar a París y ver como la culta y refinada Jackie deslumbra al propio De Gaulle (que consideraba JFK un aprendiz de peluquero), cuando el presidente reaccionará y comenzará a valorar las opiniones de su mujer, incluso en política. Ella sube su autoestima. Él le coge la mano en público en su décimo aniversario de boda.
Es su mejor momento, pero queda poco para que llegue el día en que suban a un descapotable en Dallas y la realidad deje paso, definitivamente, a la leyenda.

Las imágenes de la intimidad presidencial

Las instantáneas que ilustran este artículo nos muestran John y Jackie relajados y espontáneos a la Casa Blanca, Hyannis Port o incluso en un coche oficial. Un documento excepcional dado el celo con que la primera dama protegía su intimidad familiar. Sólo un fotógrafo ya la vez amigo de la pareja como Mark Shaw (especialista en moda y celebridades) podría haberlas conseguido. Del 1958 al 1963 fue su sombra. La estimación que sentía hacia los Kennedy se nota en la elegancia y cuidado de las imágenes. Afectado por el magnicidio, Shaw se retirará (muere en 1969) y muchas fotos quedarán inéditas hasta que su hijo las recuperará y publicará el libro The Kennedys (Reel Art Press).

 

Dossier Jackie Kennedy:

(I) Jackie & JFK: El glamour de la falsa felicidad

 (II) Las claves del estilo Jackie K

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