Culture, Fashion

Museu del Disseny, una mirada a la moda del siglo XVI al 2015


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Lo mejor de la moda del nuevo Museu del Disseny de Barcelona: una mirada con estilo del siglo XVI a 2015
 
Balenciaga 1958

La exposición ‘El cuerpo vestido’ inaugura el Museu del Disseny de Barcelona, Dhub, con piezas exquisitas que abarcan desde el siglo XVI hasta el presente y están unidas por un hilo argumental. Vamos a repasar lo mejor.

Si Oscar Wilde, excéntrico por vocación, hubiera vivido en el siglo XXI quizá nunca habría pronunciado su popular sentencia sobre la moda: «Es una forma de fealdad tan intolerable que nos vemos obligados a cambiarla cada seis meses». En una época en que empezamos a valorar cómo vestimos hasta el punto de que los vestidos ya entran en los museos con total normalidad, podemos apreciar que no falta belleza en las obras de los mejores creadores y que, si hablamos de cambios, nos podemos llevar muchas sorpresas: a una época revolucionaria (como la caída del régimen aristocrático a finales del XVIII) le sigue otra conservadora (como el siglo XIX lleno de corsés tan ajustadas como la moral social victoriana que le tocó vivir al escritor incomprendido) y al revés.
Esta es una de las muchas posibilidades de reflexión que ofrece la exposición del tercer piso del recientemente inaugurado Dhub barcelonés.
Como su nombre indica, El cuerpo Traje, Siluetas y moda. 1550-2015 repasa de manera muy didáctica como el vestido ha ido modificando a lo largo del tiempo la apariencia del cuerpo. No es que la moda necesite justificaciones para ser exhibida, pero encontrar un hilo conductor que ayude a contextualizarla y entenderla resulta casi imprescindible cuando hablamos de una muestra que es patrimonio de todos y que será visitada por ciudadanos y escolares no necesariamente formados en el campo del vestido. Además, las buenas exposiciones siempre cuentan una historia con elementos que interactúan.
Las comisarias Silvia Ventosa y Teresa Bastardes han hecho un muy buen trabajo de selección de piezas del fondo que atesora el Museo y que serán trasladados en su totalidad el 2015 del palacio de Pedralbes a la nueva sede en la plaza de las Glòries. Provienen de la colección Rocamora, de donaciones (como el maravilloso abrigo Balenciaga rojo de Carmen Mateu de Suqué de 1955 que vemos en la imagen junto a un diseño de Santa Eulalia)

y también de la compra. «Nos han hecho falta algunos vestidos concretos para explicar lo que queríamos, como un de Asunción Bastida de los años 50», comenta Bastardes y señala un diseño negro de cóctel de la diseñadora que formó parte de la cooperativa de alta costura de Barcelona, que bebe del estilo New Look de Dior. Y también un Delphos de Fortuny, una maravilla que anuncia la modernidad del siglo XX. Porque a pesar de la sencillez expositiva, la narración es compleja.

Delphos, 1909
Asunción Bastida,

Las piezas (mayoritariamente obra de modistos que nos son cercanos) se encuentran divididas por épocas y acompañadas por unos maniquíes de madera que nos muestran la parte del cuerpo que se ve modificada por la moda del momento. «Con la llegada de la industrialización del XIX aparece el polisón que exageraba el trasero de las mujeres porque se consideraba un signo de belleza y erotismo», comenta Ventosa como ejemplo. Hay textos explicativos, imágenes, tonos (el malva preside la época victoriana en la que se descubrió y puso de moda el tinte de este color), e incluso fragmentos de  películas muy didácticos como el momento de Lo que el viento se llevó en que Scarlett O’Hara después de haber tenido a su niño quiere entrar a toda costa dentro un corsé.

Qué mejor manera de ejemplificar una tortura que se va repitiendo a lo largo del tiempo con pocos períodos de tranquilidad. De hecho, tres: la revolución francesa, los felices años 20 y los rebeldes 60.

1550-1789  El vestido comprime el cuerpo
1910-1930: El vestido muestra el cuerpo

Incluso hoy en día han vuelto los moldeadores de silueta, pero hechos con tejidos mucho más confortables. En la muestra, junto a un montón de corsés de todos los colores y formas, encontramos sujetadores de plástico y nylon (2001) de Andrés Sardà.

Los vestidos lucen perfectos tras ser restaurados, como un Worth de mediados del siglo XIX, que se llevaba con miriñaque (foto inferior). El miriñaque (campana de círculos de hierro, juncos o acero paralelos al suelo que se colocaba debajo de la falda) fue un ingenio técnico que hoy nos parece incomodísimo pero que en su momento substituyó la tremenda e incómoda acumulación de enaguas para conseguir volumen. En la muestra podéis ver unos cuantos en muy buen estado. El hombre aparece menos que la mujer (no hay tanta riqueza de matices) y los maniquíes están colocados ajustándose al tamaño real del vestido y la persona que lo llevaba. Sorprende constatar que nuestros antepasados no eran más bajitos que nosotros, como siempre pensamos.

En cuanto al siglo XX y el XXI, este período se divide en alta costura (que incluye muchas piezas de la reconocida Cooperativa de la alta costura de Barcelona), prêt-à-porter (hay un paco Rabanne metálico, un traje de chaqueta de Antonio Miró, un Sybilla muy representativo, hecho de nudos …) y diseños de hoy en día, que muestran un total eclecticismo.
Sybilla & Agatha Ruiz de la Prada
Paco Rabanne, 1966

Desde la delicadeza de Josep Font o Teresa Helbig a la vanguardia de Miriam Ponsa y Josep Abril, que es quien firma la pieza más nueva de la muestra, que, por cierto, es masculina. Oscar Wilde estaría contento.

Diseño sin título

Josep Font, 2008 – Jose Castro 2007 -Teresa Helbig 2008 – Ailanto 1999-2001

 

 

 

LA SILUETA JUEGA ENTRE EL PASADO Y EL PRESENTE

Los creadores actuales no son ajenos a las influencias del pasado, ya sea consciente o inconscientemente. Las comisarias han querido destacar esta relación contraponiendo trajes que representan el prototipo de figurín de una época concreta con otros contemporáneos. El juego les sirve para demostrar como la silueta femenina adopta formas similares a través del tiempo.

1. Precioso el diseño francés de corte del 1760. Una buena muestra del llamado estilo Watteau, ya que así visten las damas en la mayoría de los cuadros del pintor. Destaca la estrechez de la cintura encorsetada y el gran volumen lateral de la falda, que nos recuerda a Las Meninas de Velazquez. La propuesta actual es de 2009 y de gran impacto visual: la firma Txell Miras, creadora avanguardista con un universo muy personal. Forma parte de una colección que relaciona el mundo de la pintura y los marcos de los cuadros y la moda.

2. El segundo vestido, fechado entre el 1830-35, es francés y corresponde a la época romántica, un momento en que comienza a volver el corsé tras la etapa napoleónica, revolucionaria y rectilínea. Estampado floral en tafetán de algodón y una sensación nostálgica y etérea que también capta el diseño de Manuel Bolaño (colección presentada en el 080 Barcelona Fashion: Cómo reparar un corazón roto, 2012) a pesar de que se aleja de la silueta globo.

3. 1865-1868: Esta pieza de día de Charles Fredrich Worth, el primer gran creador de alta costura de la historia, muestra como era la silueta a mediados del siglo XIX: cintura estrecha gracias al corsé y grandes volúmenes en la falda conseguidos gracias al miriñaque. Worth realizó los primeros desfiles con maniquis en sus salones. Lo que allí mostraba se confeccionaba después a medida. La propuesta contemporánea es de Marina Pujadas, 2012, diseñadora con experiencia en el vestuario teatral. La falda tiene gran movimiento y se consigue con una estructura interior parecida al miriñaque.

4. Este vestido de 1885 muestra un gran volumen posterior de telas y ornamentos que se sostienen gracias al polisón. Los drapeados se inspiran en el vestido a la polonesa y también imitan cortinajes pesados. Por ello se llama vestido tapicero. El polisón en esta época es una pequeña estructura de hierro con cojines o un pequeño cojín que se combina con un corsé.  El diseño actual es de José Castro, un creador detallista y amante de los detalles góticos que llegó a desfilar en París de la mano de la passarel·la 080 de Barcelona. Pertenece a la colección El Cuervo, del 2007. La chaqueta es una deconstrucción de unos pantalones, pero el punto de más interés se encuentra en el polisón que lleva la falda, una clara referencia a los cánones estilísticos de los años 1880. Y quién sabe si también actuales (que se lo pregunten a Kim Kardasian)

 

5. Un maravilloso vestido de novia modernista de encaje y seda en crema de Carolina Montagne, la modista francesa instalada en Barcelona que supo adaptar la alta costura parisina al gusto de la burguesia de la ciudad. Jeanne Lanvin fue alumna suya. Nos muestra la silueta en forma de S característica de este período. Se lleva con corsé y refajo (falda interior). La Belle Époque inspiraria en los años 50 el popular New Look de Dior pero la propuesta actual del Dhub es mucho más contemporánea. Es un diseño del 2011, de la bilbaína Miriam Ocáriz, una creadora elegante y femenina familiarizada con el grafismo y los estampados. El vestido, ceñido a la cintura y largo, muestra una parte superior muy holgada, con cuello alto, que recuerda el gusto modernista. Los motivos también son vegetales, como lo eran en la época de Gaudí.

6. El diseño de 1926 de Anita Monrós capta la esencia de los felices años 20, cuando el cuerpo se libera: la cintura, los pechos y las caderas se difunden, los patrones son sencillos pero los tejidos se llenan de adornos y brillos. Muchos creadores de hoy en día se inspiran claramente en esa década. Teresa Helbig tiene algunos diseños espectaculares, aunque el diseñador elegido por las comisarias es Ángel Vilda, ahora director creativo de la firma rompedora Brain & Beast. Vilda mostró en 2004 en la extinta pasarela Gaudí un diseño que sigue las consignas de la década flapper con respecto a silueta y la sensación de lividez. Pero el sello actual es evidente y radical: hay asimetría, mezcla de materiales, inspiración camiseros, tirantes de camiseta… Por eso resulta interesante.

 

Algunas imágenes están hechas por mi y otras pertenecen al catálogo de la exposición, un libro cómodo de uso, cuidado, didáctico y muy recomendable.
‘El Burberry’, apodo de este vestido de 1850
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