Una verbena con coca de cava ‘made in’ Escribà

Empieza la temporada de verbenas mediterráneas, y para celebrarlas resultan imprescindibles las cocas y el cava. Por eso me apetece compartir la verbena anticipada que celebramos unos cuantos privilegiados el miércoles pasado con el rey del dulce, Christian Escribà, probando una coca única, de la que solo elaboró 4 ejemplares. ¿Y a qué sabía? Como no podía ser de otra manera, a cava.  Y más concretamente a cava de Agustí Torelló Mata, la bodega que organizaba la cita. Gemma y Àlex Torelló tienen ganas de promocionar su trabajo y lo hacen genial.  «La coca está elaborada com uva macerada y cava Torelló Mata, y la crema dentro y fuera aromatizada con mar de cava», explicaba el maestro que nunca deja de crear.

 Dulce y cremosa, se notaba la uva y también el licor, pero sin excesos. «El secreto de una buena coca es que no pase mucho tiempo entre la cocción y el momento de comerla», me cuenta. Pero claro, la gracia en la elaboración y los ingredientes también tienen su parte de mérito. De raza le viene al galgo: «Mi padre decía que una suma de perfecciones hacen una obra maestra y una suma de imperfecciones, una mierda».

Los comensales, una veintena, la aplaudieron tanto como el Kripta, el cava que es la joya de la corona de la casa Torelló Mata. Cristina Castañer me cuenta que las turistas francesas y norteamericanas acuden como moscas a su tienda de la calle Rosselló de Barcelona en busca de las preciadas espardenyes que un dia (ya en los 70!) Yves Saint Laurent convirtió en icono del lujo relajado, aunque ella lucha por seguir ofreciendo precios sostenibles para la tan vapuleada clase media. Y Núria Ribó luce unos divertidos pendientes de María Hernández, a quién curiosamente hace una eternidad yo le compraba abanicos llenos de bolitas de colores que les hubieran chiflado a los chicos de Locomía. Me encanta saber que sigue dando guerra. «Me ha regalado unos pendientes de gomas de yogur de colores fantásticos», me cuenta la periodista, toda una experta en Hillary Clinton, que ja piensa en irse a la convención demócrata de julio.

La cita también era en un restaurante de buena comida sin pretensiones, de aquellos que felizmente están entre nosotros desde hace años, el italiano Tramonti 1980, donde se  come una excelente flor de calabacín con gamba en tempura y un buen rissoto. La coca fue la guinda.

Este año el creativo Escribà, bastante más delgado y en forma que hace unos meses, celebra Sant Joan con cocas que reproducen las caras y el body (Rivera desnudo, of course) de los candidatos electorales y además ha montado unas elecciones en sus pastelerías. Compras, y votas. Me enseña los resultados en ese momento: Gana Podemos (26,06%), pierde C’s: 10,63%.

Con su inseparable Patricia Schmidt (experta en muñecos de azúcar) acaba de cambiar los escaparates pasteleros del restaurant Tickets de los Adrià.

Como fin de fiesta, ¡sorpresa! Nos encontramos a Eduard Punset que también había comido en el Tramonti, y quién más quién menos, todos acabamos haciéndonos fotos con el hombre que parece tener el secreto de la felicidad.

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