Cook Art, Culture

Cenar una vidriera modernista


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Una terrina de verduras con zanahoria, espinacas, pimiento rojo, berenjena, guisantes, espárragos y flores inunda de color el ojo del comensal. Muchos elementos pero dispuestos de forma limpia y contundente. El plato evoca la exhuberancia detallista de la vidriera El gorg blau (La poza azul, 1911) de Joaquim Mir y es una de las propuestas del menú modernista (55 euros, 7 platos) que Fina Puigdevall ha ideado para el restaurante Òleum del Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) inspirándose en piezas de su colección. La imagen que abre este post es un biombo de nenúfares de Frederic Vidal que se convierten en espinacas crujientes y acompañan un sabroso canelón.
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La propuesta es deliciosa pero arriesgada porque hace falta mucho talento para extraer la esencia de una obra y plasmarla en lenguaje gastronómico. La chef de Les Cols (2 estrellas Michelin) lo ha conseguido, y lo mejor de todo es que ha sabido llevar las filigranas modernistas a su ámbito minimalista y terrenal. Por ejemplo, un escritorio policromo maravilloso de Jujol se convierte en un plato donde reina el huevo, casi un icono en Les Cols, el restaurante de la Garrotxa de aires conventuales rodeado de gallinas y de un interiorismo de vanguardia.  img006 - copia - copia

 

 

Otro plato que me encanta es el bacalao al pil-pil con espinacas que juega con la luminosidad del verde y las formas redondas para plasmar la magia de la lámpara de metal y vidrio de Puig i Cadafalch. Todo es producto estacional y de primera calidad.

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Pero no solo hay modernismo en esta propuesta del MNAC, gestionada por Vilaplana. A Fina y a su mano derecha Pere Planagumá (no os perdáis las fotos de naturaleza viva y radical que cuelga en Instagram) también les han encargado un menú más pequeño de inspiración románica, otra de las grandes épocas que acoge el museo. Aquí encontramos platos preciosos con historia como la crema de remolatxa roja como la historia de la Pasión que narra la absidiola de Sant Esteve d’Andorra, del siglo XIII.

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Y todo esto se come en un lugar espléndido, en la Sala del Tron del 1929 bajo la cúpula del MNAC, que muchos conocen por haber asistido a celebraciones privadas (por ejemplo, Pronovias celebró una vez su fiesta post desfile) en lo más alto del museo con unas vistas magníficas de Barcelona y la Font Màgica. Me parece genial que se potencie la unión entre museos y gastronomia (como pasa con el excelente Nerua y el Guggenheim de Bilbao) y creo que debería potenciarse este tipo de turismo entre los operadores turísticos. Y también en casa. No estamos acostumbrados a asociar museos con comida, pero hace unos años tampoco pensábamos que se pudiera comer bien en un hotel, y ahora tenemos hasta a Carme Ruscalleda y Ángel León en un Mandarin.

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Perfeccionista y creativa, Fina ya está pensando en nuevos platos para la próxima temporada. Investiga y descubre cosas como que la popular tarta Sara tiene mucho de modernista porque era el nombre de una bella artista que llegó a Barcelona y recibió ese dulce homenaje por parte de un prestigioso pastelero. Imaginad lo que puede hacer! Habrá que estar atento.

 

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